Es una de las zonas vitivinícolas más antiguas de las que se tiene registro en Chile, cuyo paisaje sinuoso con hermosas colinas que permiten tener vistas panorámicas únicas del valle y la mezcla de auténtica rusticidad es lo que hoy atrae a visitantes e interesados en la revalorización de los vinos naturales y atrevidos. Un buen ejemplo de ello es el pipeño.
Hasta hace poco la mayoría de sus uvas se destinaron a vinos simples para consumo local. Sin embargo, en los últimos años, los viñateros curiosos por las viñas viejas de Cinsault, País y Moscatel, plantados en cabeza y sin irrigación artificial, han vinificado combinando técnicas de enología moderna con tradicionales mecanismos de guarda como las tinajas de greda.
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